17 dic 2013

Enter the Void, un viaje luminoso y violento



Del director franco-argentino Garpar Noé, nos llega a la pantalla una de las películas más extrañas de los últimos tiempos, Enter the Void, un viaje alrededor de las vivencias y recuerdos de un adicto. La acción, construida en las luminosas calles de Tokio, es el referente para una experiencia que difícilmente dejará indiferente al espectador.

Concebida después de la primera y polémica producción de Noé Irreversible, este nuevo trabajo ha provocado diferentes opiniones encontradas con respecto a su calidad. Entre lo que se debate está el argumento, los efectos especiales y la justificación hacia ciertas escenas que  parecen existir únicamente para perturbar al público.


La película inicia en un balcón de un departamento japonés. El protagonista Oscar y su hermana Linda observan las luces de neón en uno de los edificios de enfrente. La chica se va después de dejar un regaño a su hermano por sus adicciones desmedidas. Entonces el chico, abochornado, toma una pipa y fuma una sustancia que da acceso a un elemento predominante en toda la cinta, la alucinación. 


Después de este acontecimiento todo se vuelve un festín entre el movimiento subjetivo de la cámara, los malos pasos del protagonista, la relación con su hermana y las calles cubiertas de luces de Tokio.

El trabajo tiene sus pros y sus contras. La trama ante todo resulta simple, puesta en marcha y explicada desde los primeros minutos de la película “un viaje moderno basado en el libro de los muertos tibetano”.


La relación entre hermanos, antes y después de la muerte (que es el eje principal de la historia), se explica con una serie de juegos de tiempo, aderezados con cambios visuales muy bien practicados, con la famosa técnica usada en Irreversible, donde la cámara parece flotar en una toma única a través de todos los acontecimientos, en desvanecimiento de la sensación clásica de montaje, donde el ojo de la lente sigue al protagonista a todo lugar sin dar al  público  un descanso (una contra también en el filme de Noé).

No se puede cuestionar los efectos visuales y el laborioso trabajo de edición detrás de esta película. Los cortes, juegos de luces, fotografía y tomas (algunas prácticamente imposibles sin complicada manipulación digital), resultan alucinantes "todo se ve acá bien chingón". 

Las quejas se dirigen directamente a los elementos de la historia, es decir, la acción dramática que ésta tiene ante la larga duración del filme, que excede las dos horas y media. Parecería en ocasiones una  experiencia tortuosa y sobre explicada. Sin embargo la sensación de estar viviendo un verdadero  viaje espiritual parece compensarlo. Eso es lo rescatable, porque, entre los pasos del protagonista por la ciudad, se abordan las acciones de toda una vida, hasta el más mínimo punto, donde el sueño, el dolor, el amor y la confusión de identidad son una constante, algo que le da una fuerza especial al largometraje.



El director se muestra, como ya se mencionó,en pro de deshacer la sensación de montaje, sus recursos tanto visuales como dramáticos se acoplan al cargo de destruir la narración convencional, no hay necesidad moral, no hay proporción aparente, tal vez sea éso lo que incomoda, pero al mismo tiempo éso es lo que hace más impactante todo lo mostrado. Lo que se enseña es una liberación de las convencionalidades, a costa de la pasividad del espectador, no es una provocación, ése no es el deseo, si no el contar un viaje espiritual tortuoso sin importar los medios y el tiempo (incluso la película pudo haber durado más, pero hay límites para que ésta pudiera ser comercializada).



La obra de Noé no le teme a nada, por lo que durante la narración las escenas de sexo y violencia entran de manera natural. Hubo críticos que acusaron a otros trabajos del director de “transgresores y provocadores sin sentido”, pero no. Los actos de los personajes están justificados ante la intimidad emocional que se quiere en el espectador, no necesariamente son para  perturbarlo. 


Una película controversial que reta al público y que muestra una faceta más desarrollada del director Gaspar Noé. Es recomendable para los espectadores que buscan emociones más agresivas, donde la sensación de cercanía con la psicología del personaje sea mayor, por otra parte los amantes de la brevedad deberán huir ante esta cinta. En general es una apuesta arriesgada, y como todo lo arriesgado en esta vida, suele tener defectos evidentes, pero satisfacciones notorias.